Campanya poètica

¿Vienen sábados de buen tiempo? ¡Pongámosle poesía!


Un Bukowski margaritiano

Marcel Riera volvió a hacerlo, como siempre que visita el far west: sabe convertir un recital poético en una aula universitaria –de corte británico– de donde siempre se sale más sabio... y el tiempo no corre.

Si exceptuamos las Versions de Bai Juyi –hechas desde el inglés–, la trayectoria como traductor de poesía de Marcel Riera dibujaba una linia bastante recta: Philip Larkin, W.H. Auden, Thomas Hardy, Joseph Brodsky, Emily Dickinson... Que se atreviera con Charles Bukowski, por lo tanto, parecía no encajar. Pero la sorpresa llevaba réplica, como descubrimos los que estábamos en el "Aula Riera" en la presentación del 125º volumen de la colección Alabatre de Labreu edicions. De entrada, lo dejó bien claro: "yo sólo traduzco los poetas que me gustan y que me lo hacen pasar bien mientras los trabajo", premisa después de la cual nos hizo saber que la vida de los poetas "me importa una mierda" y que si las ideas de Bukowski a veces pueden parecer fascistoides, por machista y racista, su vida de borracho empedernido le había dado una vida desordenada y en los márgenes, sería bueno no olvidar que "Shakespeare probablemente no se duchaba nunca, y no por eso dejaremos de leerlo".

A lo largo de la velada, entre lecturas de poemas a tres voces y notas de una infancia marcada por un padre autoritario y una juventud vivida entre la pobreza de la Gran Depresión y el miedo a ser quintado para ir a combatir a Europa, descubriremos que todos nos habíamos hecho una idea equivocada de Bukowski: tanto los editores y los libreros, como los propios asistentes al acto. Una idea, en cualquier caso, marcada per la producción prosística de este escritor maldito, nacido en Alemania, y que en los EUA sólo empezaron a admirar cuando llegó el eco que su obra estaba encontrando en Francia. "Es normal: en su poesía Bukowski escribe una especie de Flores del mal americanas", aseveraba Riera antes de leer "Una hoja de admisión" y compararlo con la Carta al padre de Kafka.

Pero la revelación más sorprendente de la tarde (¡y quizá la más iluminadora!) tuvo lugar poco antes que Ignasi Pàmies llegara a la librería con los primeros ejemplares de la 2ª edición de Bukowski essencial: "lo mejor de su poesía es que se entiende todo, está lejos de aquel tipo de lírica en el que ni el propio poeta tiene claro qué dice y, en esto, permitidme la boutade pere es así: el poeta más bukowskiano de la literatura catalana es Joan Margarit". Caras de sorpresa.  Casi estupefacción. Pero los versos que el traductor nos lee más adelante sirven de muestra: "son poesías de instantes vividos, de gente que él ha conocido o que se ha encontrado por el mundo y que él sabe transformar en un instante único, en un momento revelador que le dice algo de la esencia de la vida. Una persona abierta a los demás, que siente empatía con el que lo pasa mal. Es la mirada sobre lo que le rodea, lo que lo convierte en poeta: es un transmisor de lo que ve, de lo que siente, de lo que la gente se queja, sin metáforas."

Un rato después, entre poema y poema, Riera situará Bukowski en la linea de los goliardos alemanes de la Edad Media y de los románticos franceses, nos contará que sólo escuchaba música clásica y subrayará la idea que quizá sí que era un looser o un outsider, que quizá había llegado a ser una persona violenta por culpa del alcoholismo, pero eso no debería distraernos de las cotas de lirismo que sabía conseguir.

             una vez
         fuimos jóvenes
         delante de esta
   máquina de escribir.
              bebíamos
            fumábamos
            escribíamos
 
                 fue 
            una época
            fantástica
                                                                                              maravillosa
todavía
lo es
 
per ahora
en lugar
de acercarnos
al tiempo
él
se acerca
a nosotros
 
hace que cada
palabra
perfore
el papel
 
claramente
 
rápidamente
 
duramente
 
alimentando
un espacio
que se cierra.
Acompañamos la sesión con un irlandés comprado para la ocasión, claro. Hay noches que lo merecen.