d’Emily Ruskovich
La fascinación que el Club de Lectura de los Martes, del Ateneu de Sant Just, demostró por esta novela de una autora primeriza, nos carga de más motivos (¡como si necesitaramos!) para recomendar fervorosamente un título que, de a poco, va ganando adeptis y del cual esperamos que alguna editorial valiente (como Les Hores) se atreva a publicarlo en castellano. Quizás la mejor definición de lo que es este libro, la hizo uno de los lectores que participaron en la sesión del club (que aquí podéis leer completa): «Es una novela que en 100 páginas ya te lo ha contado todo, pero después la autora se dedica a profundizar en la psicología de cada personaje, a revelarte los pequeños detalles que lo son todo». Una trama, para ir al grano, que ante el hecho trágico que está en el centro de todo, la muerte de una niña de seis años a causa de un golpe con un hacha que le asesta su madre, decide poner el foco en el después, en cómo cambia la vida de todas las personas que están implicadas, más o menos lejos, de este crimen. No en el antes, ni en el porqué, ni mucho menos en el cómo, sino todo lo contrario: lo que queda fuera de cualquier película de género. ¿Cómo se rehace una vida después de un suceso como este? ¿Cómo sigue? ¿Qué queda de la cotidianidad cuando los policías se llevan al homicida (no cabe ni el «presunto», en este caso)?
Y todo con una prosa que sabe ir al meollo de los personajes y describir un entorno especialmente fiero, com el del estado de Idaho, con frialdad y exactitud: «es un estado muy especial y distinto de los demás», nos hizo saber una lectora que vivió muchos años en los EUA y lo había visitado. En cualquier caso, una de las mejores características del libro es que la autora no juzga a sus personajes, casi al contrario: intenta siempre, con gran agudeza, sacarles el lado bueno. Y gracias a sus grandes dotes de introspección y a la capacidad de describir los pequeños grandes momentos que llenan todas las vidas (especialmente brillante el retrato que hace de la infancia), Ruskovich es capaz de llenar de ternura (y de altas cotas líricas) un drama familiar que arranca con un infanticidio y una desaparición, sigue con ciertas cuitas carcelarias y aterriza en el alzheimer y el olvido especialmente doloroso del personaje que un día, de golpe, perdió a mujer e hijas a causa de… nada que pueda explicarse.
«Inmediatamente, se sorprende por no haberse fijado en algunas de les cosas que aparecían en la carta. Es como si fuera una carta diferente de la que leyó el año pasado. Esta revelación hace que se desvele del todo y la sorpresa la empuja a removerse en la silla. Los profesores se la quedan mirando con curiosidad, pero ella mira hacia abajo, esquivando los ojos de los otros, y hace un gesto de negación con la cabeza.
Más adelante, no le resulta difícil encontrarle una explicación: a lo largo de todos estos jueves transcurridos dentro de una clase en nombre de otra persona, de paso ha aprendido a leer de la misma manera que Elisabeth. Este año de poesía ha despertado algo en ella misma, y ahora ve con claridad que tiene un nuevo lenguaje a su disposición, que es el lenguaje que habita entre las palabras. La primera vez que leyó la carta, le pareció una más de entre las cartas que se envían a parientes y amigos lejanos, el anuncio público de una pérdida. Pera ahora ve claro que la carta iba dirigida tan sólo a Jenny, que cada frase que contenía estaba elegida expresamente para ella. Ve que quien la escribió se esforzó mucho en no decir demasiadas cosas pero, al mismo tiempo, a decir más del que creia que era correcte dir.«
Sin embargo, no vamos a cerrar esta breve crónica sin recomendaros, una vez más, que dediquéis 50 minutos de vuestro tiempo de lectores a gozar de esta charla entre la autora de esta pequeña joya que es Idaho, Emily Ruskovich, y el escritor catalán Eduard Màrquez.