Un clásico ruso del s. XX de un autor que, exiliado después de la Guerra Civil (1917-22), ha sido un gran desconocido a casa nuestra, a pesar que la editorial Acantilado haya publicado un par de novelas suyas. Que esta, El espectro de Aleksandr Wolf, ya se hubiera publicado en castellano el 2015, da más valor al esfuerzo de la editorial Karwán para publicarla, seis años más tarde, en catalán –con versión de la misma traductora, Maria García Barris.

En el debate sobre el libro, en el Club de Lectura del Ateneu de Sant Just (aquí la crónica completa), las referencias literarias fueron de Fiodor Dostoyevski a Dashiell Hammet, pasando por Danilo Kis, e incluso el autor del cuadro que ilustra la portada de la edición catalana, George Stubbs, apareció en la charla. Del libro se destacó una arrancada sorprendente e imposible de dejar y, si bien el ritmo de lectura se ralentiza cuando la novela va convirtiéndose en más filosófica, llena de dudas existenciales, el libro de Gaito Gazdánov nos levó a hablar sobre la culpa, el azar, de las tramas circulares y hasta de la raíz semántica del adjetivo «indiferente». El descubrimiento de un autor, en definitiva.

«En este relato encontré una reconstrucción exacta de lo que yo mismo había vivido en los alejados tiempos  de la guerra civil en Rusia, y la descripción de aquellos días insoportables de calor durante los cuales se libraron los combates más largos y cruentos. Finalmente llegué a las últimas páginas del relato, que leí conteniendo la respiración. Aparecían mi yegua negra y la curva del camino donde cayó muerta. El protagonista del relato estaba convencido que el jinete que había caído con el caballo estaba gravemente herido, o muerto, ya que él había disparado dos veces y en las dos le había parecido que acertaba el blanco. No entiendo porque yo sólo había oído un único disparo.»