de Janet Frame

Andorra, Trotalibros, febrero del 2022.
(traducción de Patricia Antón)
312 pàgs.

 

«Cada mañana despertaba aterrorizada, esperando a que la enfermera del turno de día pasara en su ronda con la lista de nombres en la mano y anunciara si me tocaba o no la terapia por electroshock, el nuevo y moderno método para calmar a la gente y hacer que entendiera que las órdenes están para obedecerse y que los suelos deben pulirse sin protestar y que las caras se han hecho para lucir sonrisas congeladas y que llorar es un crimen. Esperar en las horas de madrugada, con su manto y escarcha, era como esperar una sentencia de muerte.»

Una bestialidad de libro, no podemos decir mucho más.

De los que hay que leer a pequeños sorbos, para saborearlo y asumirlo.

De los que hay que agradecer que un editor haya hecho posible que se lea a casa nuestra.

«Lloraba y me cuestionaba cosas y soñaba el obstinado sueño de casi todas las pacientes mentales: el Mundo, el Exterior, la Libertad; e imaginaba con excesiva viveza las ocasiones que más temía: el tratamiento por electroshock, que me hicieran pasar la noche encerrada en una habitación individual, que me mandaran al Pavellón Dos, el de las locas. Soñaba con el mundo porque parecía lo establecido, porque no soportaba enfrentarme a la idea de que no todos los presos soñaran con la libertad; la mera perspectiva del mundo me aterrorizaba: una ciénaga de desesperación violencia muerte con una fina capa de cristal cubriendo la superficie y por donde el Amor caminaba con delicadeza. (…) Yo pensaba obedientemente en el Mundo porque era ajena a él.»